viernes, 15 de julio de 2011

PREFACIO


¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿Matarlo o dejarlo ir?


CAPÍTULO I


Esa mañana me desperté sudorosa, tapada hasta arriba, y con el miedo en el cuerpo. No recordaba haber soñado nada. Me quité las sábanas de encima y salí de la cama, abrí la ventana y dejé que el viento me acariciase la cara con un soplo de aire frío. Me volví y salí por la puerta de mi habitación, para bajar a la cocina. Una vez allí, me preparé el desayuno. Estaba sola, mis padres dormían y Sean y la pequeña Alicia también. Normalmente, solía ser al revés, es decir, yo era la que me despertaba la última, la que remoloneaba en la cama, pero ese día no, pero no podía decir por qué. Terminé el desayuno y subí a mi habitación a ponerme el chándal, para correr, ya que no tenía nada que hacer.En invierno siempre corría por las mañanas, ya que hacía fresquito y no era una molestia, pero en verano, esa costumbre se evaporaba junto con el fresquito. Pero esa mañana era temprano, y corría aire frío por las calles. Salí de casa con un juego de llaves en el bolsillo y comencé a correr. Pasada una hora escasa,  noté tensión en mi cuerpo y decidí volver a casa a descansar, ya había corrido suficiente. Al llegar a casa, ya estaban todos despiertos. Yo me senté en la mesa con ellos y hablamos un rato, después subí a mi habitación para hacer la cama, y cual fue mi sorpresa, había una pequeña mancha de sangre en la almohada.