lunes, 8 de junio de 2015

   A la mañana siguiente no fui a la piscina. No quería ver a Brad, porque eso significaría que tendría que hablar del cine, y eso llevaba a Allen, al que no quería ver más en mi vida…¡Qué complicado era todo!
Bajé a desayunar y después me puse a ver la tele.
-Cristina, -me llamó mi madre- he hablado con el médico, y me ha dicho que por lo menos, si no quieres operarte, vayas a su consulta dos veces a la semana, para llevar un seguimiento de tu…problema, y ver si puede haber una solución de la que estés de acuerdo.
-Mientras que no incluya agujas o herramientas de películas de terror…me parece bien.
Mi madre sonrió de manera forzada, sabía que no estaba de acuerdo con mi decisión, pero yo no estaba preparada para una operación.
Me levanté del sofá, para aliviar la situación de tensión en la que estaba metida y salí fuera de casa, a dar un paseo. Estaba en pijama, pero como parecía un chándal, me puse unas deportivas y listo, ya lo echaría a lavar más tarde.
Comencé a caminar, reordenando los pensamientos en mi cabeza. Últimamente me habían sucedido cosas bastante…anormales. Primero la mancha de sangre, luego lo de la habitación de Alicia, lo del cine, lo de Allen… 
Sacudí mi cabeza, no podía pensar en Allen. No quería pensar en Allen. Encima de que me arriesgué al ir en la moto para ayudarle y ni me lo agradeció. ¡Era despreciable! Le había prácticamente salvado la vida al llamarle ¿no?
Absorta en mis pensamientos no me di cuenta de que me había alejado demasiado de mi casa, y estaba en la acera al lado del parque donde recogí la noche anterior a Allen. Me quedé ahí de pie, confundida, durante unos instantes, hasta que una voz me hizo reaccionar.
-¿Cristina?
Me giré y vi a Allen a unos pasos de mí, mirándome con sorpresa.
-¿Qué haces aquí?-continuó.
Me cambié de acera, y sin contestarle puse rumbo a mi casa. No quería hablar con él, le soltaría una bordería y solo empeoraría las cosas.
Oí como unos pasos acelerados se acercaban detrás de mí.
-¡Eh! No me ignores.-dijo Allen.
Me giré: -¡Oh, es verdad, que desconsiderada verdad! Debería haberme traído la moto para así poderte llevar a casa. O mejor, debería llamarte, no sé, para advertirte de que no me hables más.
-¡Uh! Alguien se ha levantado con el pie izquierdo hoy ¿eh?
Me acerqué a él y levanté mi brazo, dispuesta a darle una torta, pero él vio mis intenciones y me agarró la muñeca. En ese instante me quedé paralizada, sin saber que hacer, y entré en uno de mis extraños y ya usuales trances. Todo se volvió gris.


(Perdón por no haber publicado antes, pero entre unas cosas y otras, se me olvidó. Espero que os guste, y me disculpéis por la tardanza.)