lunes, 28 de noviembre de 2011

Busqué el móvil en mi bolso, mientras me decía: ¡corre, corre!
Por fin encontré el móvil al final del bolso, y marqué con nerviosismo el número de teléfono.
-Por favor, por favor.-me repetía mientras sonaba el desagradable BIP-BIP.
-¿Sí?-contestó él.
-Soy Cristina,-respondí.- no te muevas de ahí.
-¿Qué, por qué?
-Tú no te muevas.
-Vale, ya estoy quieto.
-¿Dónde estás?
-En un paso de peatones.
-¡Pero qué haces! ¡Quédate quieto en la acera!
-Vale, vale.-dijo mientras oí unos pasos apresurados al otro lado del teléfono.
Oí un pitido de un coche y el golpe del móvil de Allen contra el suelo.
-¡Allen!-grité asustada.
Alguien recogió el móvil.
-¿Allen?-pregunté.
-Sí, soy yo. Algún idiota casi me atropella con el coche.-hizo una pausa.-¡Uff!
-¿¡Qué pasa, te ha dado!?
-No exactamente, pero creo que me he roto algo.
-¿Dónde estás?
-No sé, al lado del parque. ¡Uff!
-¡Voy para allá! No te muevas.
-No, por moverme no te preocupes, no creo que pueda.
Colgué el teléfono y me puse el abrigo.
Cogí las llaves de mi casa y salí a hurtadillas, si me pillaban me iba a caer una buena, pero era por una buena causa. No podía dejarlo tirado.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

En un impulso, alargué el brazo y cogí la coca-cola por la base, evitando que me cayese sobre los pantalones.
-¡Uau! ¡Qué reflejos! Parecía como si ya lo supieses.-dijo él.
-Sí, verdad.-dije con ironía.
Se la di, mientras que el me sonreía y me miraba con sus ojos verdes.
-Gracias, y lo siento. Soy muy torpe.-me dijo.
-Le puede pasar a cualquiera.-le contesté con una tímida sonrisa.
Los anuncios acabaron y dieron comienzo a la película.
Las amigas de Brad cesaron de hablar, y yo presté toda mi atención a la película.
A mitad de la película más o menos, salió una escena de miedo, bueno, más de miedo que otras, ya que la peli era de miedo, y en un impulso involuntario, me agarré con fuerza al brazo del amigo de Brad.
-¡Ups! Lo siento.-le dije sonrojándome.
-No pasa nada. A mí también me ha sobresaltado. Por cierto, me llamo Allen.
-Yo...yo Cristina.
-Encantado.
Yo sonreí y volví a prestar atención a la peli, y al rato volvía agarrarme involuntariamente al brazo de Allen.
Me separé rápidamente avergonzada y disculpándome, y me agarré a los reposabrazos, para quitarme el nerviosismo y el miedo. Entonces noté como una mano me cogía la mano izquierda y entrelazaba sus dedos con los míos y sentí que me iba a morir de vergüenza. No le miré e intenté ver la película, y me sorprendió que ya estuviese más tranquila y no me asustaba. Con la otra mano, empecé a comer palomitas con nerviosismo. 
La película duró tres cuartos de hora más o menos a partir de ese momento, y Allen no me soltó la mano ni un segundo hasta que salieron los créditos finales.
Me levanté y le miré. Me estaba sonriendo. Aparté la mirada y seguí a Brad, que ya estaba bajando las escaleras y dirigiéndose a la salida. Al llegar abajo, tiré la caja de las palomitas a la papelera y salí con la fanta de naranja en la mano porque aún no me la había terminado. Allen y sus amigos, nos siguieron, y yo empecé a beber fanta para evitar hablar con Allen, porque estaba muerta de vergüenza, aunque había sido él el que me había cogido la mano.
Miré mi reloj, marcaba las doce y dos minutos. Fuimos a cenar a un Brutus que había cerca y yo compartí una hamburguesa gigante con Brad. ¡Era enorme!
Al terminar, pagamos entre todos la cuenta y nos fuimos. Los amigos de Brad y él, se fueron por otro camino, y Allen se ofreció a acompañarme a casa.
-No hace falta.-le respondí.
-Sí, es de noche y no es seguro que una chica vaya sola por las calles sin protección.-se apresuró a decir él  con una sonrisa.
-Bueno...si quieres.
Empecé a andar a su lado sin saber que hacer ni que decir, mientras el andaba tranquilamente con las manos metidas en los bolsillos. No tardamos mucho en llegar.
-¿Cuál es tú móvil?-me preguntó al llegar a la puerta de mi casa.
-Pues el mío.-le respondí sin estar muy segura de si quería dárselo.
-Vale...-me respondió confundido.
Él me dijo el mío, yo lo memoricé, porque no quería mostrar interés por saberlo. Me despedí de él y entré en casa. Todos estaban dormidos. Yo subí a mi habitación y lo primero que hice es apuntar el móvil de Allen para que no se me olvidase. Después me puse el pijama y me tumbé en la cama con intención de dormirme, pero entré en esa especie de trance. Volví mentalmente a mi habitación de nuevo, y me levanté nerviosa y asustada a por mi móvil que lo había dejado sobre mi pupitre. Tenía que llamar a Allen.


martes, 13 de septiembre de 2011

Me fijé bien, sí, ese era el número de mi sueño.
Mi hermano empujó la puerta y yo entré primero. Alicia estaba en una camilla, despierta, aparentemente estaba bien.
-¿Cómo está mi enana?-dije en voz alta.
Ella me miró y su rostro se iluminó de alegría.
-¡Cris!-me llamó.
Yo me senté al borde de su cama y le sonreí mientras que ella me cogía la mano con sus diminutos y fríos dedos.
-¿Tienes frío?-le preguntó.
Ella negó con la cabeza.
-Solo ha sido un pequeño desmayo por el calor.-respondió mi madre.
Yo suspiré, menos mal, no quería que le pasara nada a mi renacuaja.
Entró un doctor en la habitación y nos dijo que podía irse ya a casa, que solo había sido un simple desmayo. Ella se puso de pie en la cama y yo a cogí a caballito, como a ella le gustaba.
-¡Sí, sí!-gritaba mientras se reía, dándome golpecitos en la cabeza.
Cenamos fuera en el Mcdonald, porque quería Alicia, y después nos fuimos a casa.
Cuando llegamos a casa, ella se puso a ver la tele con mi madre. Sean se subió a su habitación, y yo también, después de merendar.
Me tumbé en la cama y me puse a leer un libro.
Al rato, el móvil sonó dentro de mi bolsillo. Dejé el libro a un lado, marcado por esa página y cogí el móvil.
Miré el número, era Brad.
-Hola.-le saludé.
-Hola, ¿está ya bien tu hermana?-preguntó.
-Sí, solo ha sido un pequeño desmayo, ¿cómo te has enterado?
-Mi padre trabaja en el hospital, ¿recuerdas?-¡Ah! Es verdad, sí.
-Cris...Me preguntaba si ibas a ir a la piscina.
-La verdad es que no tengo muchas ganas, ¿por qué?
-Bueno, en el cine está Scream 4, pensé que podríamos ir a verla. No como una cita, van a ir otros amigos míos también.-dijo nervioso.
-Un momento, lo voy a preguntar.-respondí.
Tapé el micrófono del móvil con la palma de la mano y bajé a preguntárselo a mi madre. Ella me dio permiso.
-Sí, vale, ¿a qué hora?
-Es a las... diez.-respondió.
-Vale, allí estaré. Adiós.
-Adiós.-respondió él.
Colgué y metí el móvil en mi bolsillo derecho del vaquero. Fui hacia mi armario y pensé la ropa que me pondría por la noche. Al final me decidí por unos pantalones cortos blancos con rayas azules, rosas y plateadas, y una camiseta rosa de manga corta, en la que ponía Gant con brillantitos.
Lo puse sobre mi silla del escritorio para tenerla preparada, y bajé a ver la tele un rato para matar el tiempo.
-¿Cuál vais a ver?-me preguntó mi madre cuando bajé.
-Scream 4.-le respondí.
-¿Ya han sacado la cuatro?-dijo asombrada.-Esa hay que ir a verla.
Yo sonreí y me senté al lado de Alicia para ver la tele. Yo había heredado el gusto por las pelis de miedo, de mi madre. 
Llegaron las nueve, y me preparé para marcharme. Me puse la ropa ya preparada, me desenredé los nudos que tenía en mi larga melena castaña y me puse brillo de labios. Elegí algunos complementos más y me miré al espejo. No me convencía mi pelo, tenía unas feas ondas que no me gustaban. Me lo recogí en una cola alta que me llegaba por la espalda y salí de mi casa con la cartera y el móvil en el bolsillo.
Para cuando salí, eran ya las nueve y media. Fui andando, solo estaba a veinte minutos de mi casa. 
Llegué en un cuarto de hora, había ido a paso ligero y ahora me arrepentía, porque estaba jadeando. Respiré lentamente y me fui a la taquilla de las entradas. Allí estaba Jake y sus amigos: dos chicas, una morena y otra rubia que cuchicheaban entre sí y dos chicos, los dos morenos. Yo sonreí a Jake y saludé a los demás. Jake, compró todas las entradas después de mi protesta, y entramos en la sala de cine después de haberme comprado una fanta de naranja y un paquete pequeño de palomitas.
Todos estábamos en la misma fila. Yo me senté al lado de Jake, porque era al único que conocía, pero a mi izquierda se sentó uno de los muchachos. Tenía flequillo, que casi tapaba sus ojos verdes. Me sonrió y yo aparté la mirada. Me eché hacia atrás en el sillón y de repente, entré en una especie de trance, donde vi que al muchacho se le caía la coca-cola encima mía. "Volví" a la sala de cine, mentalmente y vi como el muchacho había cogido su coca-cola para beber y se precipitaba sobre mis pantalones.

martes, 30 de agosto de 2011

¿Por qué había soñado eso? Era muy extraño. Yo no tenía ningún ser querido en el hospital.
Me levanté y bajé a desayunar. Mi madre me miraba preocupada.
-No te dolerá, aún estás a tiempo para operarte.-me dijo mi madre sin mirarme.
-No, mamá.
-A veces no te entiendo, ¿qué quieres morirte?
Esta vez si me estaba mirando a los ojos. Levanté la mirada de mi cuenco de cereales y la miré. Me levanté de la mesa y me fui, no quería que mi madre me viese llorar.
Antes de subir las escaleras oí un suspiro y el estrépito de una cacerola al caerse.
Di un portazo al cerrar la puerta de mi habitación y me tiré en la cama. ¿Por qué tenía que ser tan dura conmigo?
Al rato alguien llamó a la habitación. Yo no dije nada, pero entró, era Sean. Se sentó a mi lado y me cogió del brazo para que me incorporase.
-¿Qué quieres?-le pregunté.
-Vamos al hospital.
-Ya le he dicho a mamá que no me voy a operar, no insistáis más.
-No es por ti, es Alicia, acaba de desmayarse y no despierta.
-¡Qué!-dije levantándome de un salto.
-Están de camino al hospital, ¿vienes o no?
-Sí.
Bajé con él a la cochera y nos montamos en su moto. Quería llegar lo más rápido posible. 
Cuando llegamos, preguntamos la habitación.
-Perdone,-dijo mi hermano.-¿me podría decir en qué habitación está Alicia Muñoz?
Mientras la mujer lo miraba yo estaba muy nerviosa, quería verla ya.
-En la 143.-contestó ella.
Un escalofrío me recorrió la espalda, ¿ese número no era el de mi sueño?

viernes, 29 de julio de 2011

Me quedé un minuto reflexionando lo que iba a hacer. Si me iba, no tenía donde ir...
Entonces, la respuesta apareció en mi mente, me quedaría, pero no iba a permitir que me operasen, ni loca.
Volví a la cama, y me puse el tubo en la nariz. Al rato llegó la enfermera.
-¿Lista?-me dijo.
-No, no me voy a operar.
-Pero...pero...
No sabía que hacer. Me quité el tubo, me levanté de la cama y me fui de la habitación por la puerta. Ahora sabían que no me iba a operar, y que me iba a mi casa, estaba perfectamente.
Mi casa no estaba muy lejos. Era de noche.
Fui andando hasta mi casa y llamé al timbre. Nunca olvidaré la cara de sorpresa que puso mi madre al abrirme la puerta. La verdad es que daba risa.
-¿Qué...qué...haces aquí?
-No me voy a operar. No quiero.
Mi madre me cogió de la mano.
-Hija, es por tu bien, tienes un...
-Tumor, ya lo sé, pero no quiero operarme.
-¿Por qué? Te van a dormir.
-No, mamá, no quiero. Ya está.
-Bueno, ve a la cama, y mañana lo hablamos de nuevo, ¿vale? Tengo que llamar al hospital.
Me fui a mi habitación y me tumbé en la cama. No quería cambiarme, estaba demasiado cansada. En cuanto cerré los ojos noté todo el cansancio acumulado durante todo el día, y me dormí.
Estaba en el hospital, iba a visitar a alguien, yo estaba muy preocupada, era algo grave, un ser querido, pero no sabía quién era, ¿cómo había llegado yo allí? Una enfermera me conducía a una habitación. 143, pude leer en la puerta. La enfermera la abrió y... me desperté.

lunes, 25 de julio de 2011

Al cabo de un rato, llegó una enfermera preguntándome por mi estado.
-Bien, gracias.-carraspeé.-¿Me podría decir que me pasa? ¿Es grave?
La enfermera dejó la bandeja junto a la mesita que había al lado de la cama y me miró.
-Si no te lo han querido contar, yo no soy nadie para decírtelo.
-Tarde o temprano me enteraré, no podéis ocultármelo siempre, y opino que cuanto antes lo sepa, mejor.
La enferma suspiró, pero con uno de esos suspiros, en el que deja ver que me lo va a contar.
-Es confidencial.
-¿Para la paciente que lo sufre? Es un poco estúpido en ese sentido, ¿quién tiene más derecho que yo a saberlo?
-Has sufrido un derrame cerebral...
-¿Y...?-dije involuntariamente, no sabía si quería oír más.
-Tienes un tumor en la cabeza.
Esa frase me heló la sangre.
-¿Es...es grave?
-Si lo extirpamos antes de que se extienda, no.
-¡Una operación!-dije histérica.
-Sí.
-No debería habérmelo contado.
-Te advertí.-dijo marchándose de la habitación.
No era de las enfermeras simpáticas que había en las películas. Yo no quería que me operasen, tenía pánico.
Me levanté de la cama, quitándome un tubito flexible que me habían puesto, y me puse un pijama blanco que había en el armario de la habitación, puesto que estaba en bañador. Me quedaba enorme, así que doblé varias veces el pantalón por abajo, y me remetí la camisa.
Abrí la ventana y suspiré. Era una gran decisión.

viernes, 22 de julio de 2011

Me desperté con un fuerte dolor de cabeza, tumbada en una camilla de hospital. No intenté moverme, por si a caso no podía. Miré a mi alrededor y vi a mi madre y a Alicia sentadas junto a mi.
-¡Mami, mami!-gritaba la pequeña tirando de la manga de su madre, que estaba dormida en la silla.
Ella abrió los ojos lentamente, aún un poco dormida y miró primero a Alicia, y después a mi. Se me acercó y me sonrió.
-¿Estás bien?-me preguntó.
-Sí, ¿qué ha pasado?-le respondí.
-Nada importante, una herida y un pequeño desmayo. Te pondrás bien. Pronto volverás a casa.
-¿Cuándo? 
Suspiró.
-No sé, tal vez mañana o pasado mañana...-contestó quitándole importancia.
-Entonces es más importante de lo que crees o dices. Si no fuese grave, volvería hoy a casa. Mamá, que es lo que de verdad ocurre.
-No ocurre nada.
-¡Mamá!-insistí.
-¡No pasa nada!-gritó ella mirándome con los ojos muy abiertos.
Una lágrima recorrió mi mejilla lentamente. Me la sequé con la manga de mi camiseta, y me giré en la cama para no ver a mi madre.
Oí como recogía sus cosas. Oí la puerta abrirse y los zapatos de mi madre y Alicia, chocando contra el suelo y alejándose. 
Me di la vuelta y efectivamente, no estaban. Prefería estar sola, pensando en mis cosas. Pero ahora, ocupaba toda mi cabeza una pregunta: ¿era grave lo que me ocurría?





jueves, 21 de julio de 2011

Fui rápidamente al espejo del servicio y me miré la cara, pero no tenía ninguna herida. De todas formas, mi familia se habría dado cuenta. Entonces...¿de quién era la sangre?
No tenía por qué ser tan teatrera, a lo mejor era de otro día y no me había dado cuenta. Terminé de hacer la cama y cerré la ventana. Me di una ducha y me cambié de ropa, porque había sudado bastante. 
Bajé al salón para ver la tele, pero era demasiado tarde Alicia ya estaba viendo Dora la exploradora. 
-¡Aquí, aquí!-gritaba la pequeña, dando golpecitos con sus manitas en el sillón para que me sentase a su lado.
Obedecí. Cuando me senté, ella se acercó más a mí y siguió viendo los dibujos. 
-¿Me dejas cambiar, Alicia?-le pregunté.
Ella arrugó la frente, pero me dio el mando.Cambié y puse las noticias. En realidad me aburrían. Al final, le di de nuevo el mando a la pequeña y fui a coger el libro que me estaba leyendo esa semana: "La última canción", ya había visto la película, pero es que me encantaba esa historia.
-¡Eh!-me gritó mi hermano-Vamos a la piscina. Venga, poneos los bañadores.
Dejé el libro sobre la mesa y me volví, sacándole la lengua. Sean tenía 18 años recién cumplidos, él era un año mayor que yo y diez más que la pequeña Alicia, era el hermano mayor, pero, en realidad, de mentalidad, era igual que ella.
Me levanté y fui a mi habitación a cambiarme, para ponerme el bikini. En media hora ya estábamos todos en el coche, y en un cuarto de hora más, ya estábamos en la piscina. Nos pusimos en la sombra de siempre y yo me tumbé sobre mi toalla en el césped con los ojos cerrados, para tomar el sol, cuando una sombra me lo tapó. Abrí los ojos y vi a Brad.
-¡Hey! Cuanto tiempo sin verte ¿no?-me dijo.-Hace bastante tiempo que no vienes a la piscina.
-Tenía cosas que hacer.-dije sin darle mucha importancia.
-Bueno, vale... ya me voy...
Me incorporé y me quedé sentada frente a él.
-¿Siempre tiene que haber una razón?
-Pues...sí.-dijo con una sonrisa.
-Pues vale...-dije tumbándome de nuevo.
-Bueno...me voy a bañar.
Se levantó, pero no antes de revolverme el pelo. Suspiré, bueno, por lo menos no se había enfadado.
Me levanté y caminé directa hacia la piscina, para refrescarme un poco, cuando resbalé y caí al suelo de boca. Varias personas se acercaron para ayudarme a levantarme. Me incorporé y vi una pequeña mancha de sangre en el suelo, exactamente igual a la de mi almohada, pero no vi nada más porque perdí el conocimiento.
   

viernes, 15 de julio de 2011

PREFACIO


¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿Matarlo o dejarlo ir?


CAPÍTULO I


Esa mañana me desperté sudorosa, tapada hasta arriba, y con el miedo en el cuerpo. No recordaba haber soñado nada. Me quité las sábanas de encima y salí de la cama, abrí la ventana y dejé que el viento me acariciase la cara con un soplo de aire frío. Me volví y salí por la puerta de mi habitación, para bajar a la cocina. Una vez allí, me preparé el desayuno. Estaba sola, mis padres dormían y Sean y la pequeña Alicia también. Normalmente, solía ser al revés, es decir, yo era la que me despertaba la última, la que remoloneaba en la cama, pero ese día no, pero no podía decir por qué. Terminé el desayuno y subí a mi habitación a ponerme el chándal, para correr, ya que no tenía nada que hacer.En invierno siempre corría por las mañanas, ya que hacía fresquito y no era una molestia, pero en verano, esa costumbre se evaporaba junto con el fresquito. Pero esa mañana era temprano, y corría aire frío por las calles. Salí de casa con un juego de llaves en el bolsillo y comencé a correr. Pasada una hora escasa,  noté tensión en mi cuerpo y decidí volver a casa a descansar, ya había corrido suficiente. Al llegar a casa, ya estaban todos despiertos. Yo me senté en la mesa con ellos y hablamos un rato, después subí a mi habitación para hacer la cama, y cual fue mi sorpresa, había una pequeña mancha de sangre en la almohada.